miércoles, 27 de junio de 2007

"Gracias por la tregua que le diste a mí existir, gracias por la forma de hacerme ver que yo también sé de amor"

Al hablar de una tregua nos referimos a una pausa, un descanso, un alto en nuestras vidas. Es un momento en que dejamos de lado lo cotidiano, para enfrentarnos a nuevas situaciones y disfrutar de, muchas veces, pequeños detalles que antes pasaban desapercibidos, o quizás nos dispondremos a detener la rutina para así enfrentarnos a cambios que, indudablemente, están determinados por una aceptación a los riesgos. Esa es la manera en que Mario Benedetti, con su libro "La tregua", quiere expresar el amor y la esperanza, a través de una peculiar historia de encuentro y ternura. ¿Le damos a la reflexión, el detenimiento, el real crédito que se merecen, o simplemente dejamos pasar la vida rápidamente, sin darnos el tiempo de cuestionar lo que nos sucede? Antes de leer este libro mi respuesta era clara, tajante. Sin embargo, será este mismo quien entregue una respuesta distinta a la interrogante, o mejor dicho, una manera diferente de ver las cosas, a través de líneas llenas de amor y realismo.

El detenernos, ya sea a mirar lo que nos rodea, simplemente a descansar de lo rutinario, o hacer de lo cotidiano algo maravilloso, es fundamental en la vida de todos. Y me atrevo a repetirlo: de TODOS. Necesitamos tener tiempo para nosotros, observar lo que hemos construido o planificar lo que queremos llegar a ser. También, es un espacio para expresar sentimientos, aflorar emociones con pequeños gestos que se convierten en razones para seguir adelante. Exactamente esto transmite Martín Santomé, el protagonista del libro en cuestión, en uno de los tantos días que congeló, mediante palabras, cada hecho que ocurría seis meses antes de su jubilación. Aquí, un fragmento del día sábado 6 de julio, tras huir él junto a su amada, de una "lluvia a baldes":
"(…)Corrimos nosotros también como enloquecidos y llegamos al apartamento en tres empapados minutos. Quedé por un rato con una gran fatiga. Antes tuve fuerza, sin embargo, para buscar una frazada y envolverla a ella…desde el dormitorio, ella me llamó. Se había levantado, así, envuelta en la frazada, y estaba junto a la ventana, mirando llover. También me acerqué a mirar, no dijimos nada durante un rato. De pronto tuve conciencia de que ese momento, de que esa rebanada de cotidianidad, era el grado máximo de bienestar, era la Dicha." Asimismo, vemos a un hombre decidido a vivir esta nueva felicidad, dispuesto a darle tiempo al tiempo, pero cuya tregua dura muy poco; una vez decidido a casarse, Laura Avellaneda, la mujer que ocupaba "cuatro de las cinco partes de su vida, alma y corazón", muere tras una fugaz enfermedad.

Dicho lo anterior, puedo establecer el segundo argumento: una vez que se presenta la oportunidad de esta "tregua", ¿Sabemos como usarla?. Todo comienza con un hombre agotado de la rutina, de hacer todos los días el mismo trabajo tras un escritorio. Santomé quiere relajarse, tener tiempo para el ocio sin preocuparse de nada más. Está todo planificado, pero ya no solo para él y sus hijos, sino que dentro de los planes ahora se encuentra Laura, a quien dedicará por siempre sus minutos de libertad. Sin embargo, la muerte de esta mujer que lo había convertido en el antítesis de un solitario, rompe con todo plan modificado. ¡Y es que Martín ya no quiere más treguas sin compañía! Quiere ser feliz y se da cuenta que no puede lograrlo sin ella. De nada le sirven minutos, horas, días, años, una vida de ocio si no tiene a quien dedicárselo. Y no soy yo quien lo piensa, sino que él mismo relata:
"(…) Me siento simplemente desgraciado. Se acabó la oficina. Desde mañana y hasta el día de mi muerte, el tiempo estará a mis órdenes. Después de tanta espera, esto es el ocio. ¿Qué haré con él?". Cientos de veces hemos pasado por una situación como esta, tenemos tiempo y no sabemos en qué usarlo. Cuando carecemos de él, sufrimos. Y es que una tregua no siempre es algo "hermoso", pero presenta la oportunidad de tornarse en esto, y solo nosotros podremos decidir en qué la transformamos.

Mi interés tras realizar este trabajo era mostrar el lado amable, generoso de una pausa y sus oportunidades. De detener un solo minuto nuestro mundo propio, para contemplar el de otros. Mas, un descanso no representa solo eso; ya vemos cómo puede transformarse en algo vanal que no tiene un objetivo claro. Generalmente, dejamos que todo suceda a su "debido tiempo", sin pedir mayores explicaciones, sin si quiera ver que a veces estas son necesarias. Puedo ver cómo mi tesis no tiene solo una respuesta: a veces esperamos mucho para tomar decisiones, queremos que los hechos opten por nosotros y esto trae arrepentimientos, desdichas, tristeza. Pero tampoco podemos dejar de lado los beneficios que trae una reflexión, cuánto nos puede servir observar, observarnos y dejar que nos observen. Todo esto lo puedo ver a través de una historia de amor que me emocionó por su pureza y falta de rutina dentro de lo cotidiano (no creía que esto fuera posible). A saber, la pareja Santomé-Avellaneda me sorprendió de tal manera, que mi tesis original obtuvo respuestas más amplias y con más sentimientos de por medio.

No hay comentarios: